Gran Canaria.

Isla de Gran Canaria, refugio de Sanmao

Es difícil de explicar.

¿Cómo explicar al viajero que un planeta entero cabe en una isla de menos de 50 kilómetros de diámetro? Pero es así. Gran Canaria guarda un mundo en miniatura, con dos hemisferios, dos caras opuestas.

La isla tiene una cara repleta de playas y otra menos conocida, rellena con montañas y barrancos que nacen en la cumbre y se desparraman como nata de pastel, hasta tocar el mar.

En una única isla encontrará un océano entero de playas. Las hay de todo tipo, Gran Canaria tiene esa ventaja. Regala playas a los solitarios que buscan tranquilidad, pero ofrece otras para deportistas incombustibles. Verá desde kilométricas playas de arena dorada a pequeñas calas lejos del ruido, a trasmano, reducto de surferos. Eso sí, todas rodeadas de un mar azul y de un sol suave como crema de café.

En su otro hemisferio, no lejos del desierto de dunas y de las risas que cubren la arena, encontrará un escenario natural desatado. Una naturaleza que vive a su aire y sin etiquetas, como la gente de la isla, gracias al clima afortunado de esta parte del globo. Un clima que conforma un particular mapa de paisajes cambiantes. 

Es difícil de contar. Y si no, imagine por un momento que fuera posible cambiar de humor a conveniencia, sólo con doblar cualquier calle de su ciudad. Mudar de humor una vez y luego otra, dando dos pasos. Pues eso, justo eso, es lo que le pasa a esa isla. Según uno se aleja de la costa se vienen apareciendo climas y paisajes tan diferentes que no son de la misma parentela. 

A un salto de las playas del sur se abren profundos barrancos enredados con palmerales y recodos que esconden flora extraña de la Macaronesia. Puede topar con bosques de pinos o con intrincados laberintos de Laurisilva. Todo distinto al paisaje lunar de la cumbre. Junto a eso, la oxigenante red de ‘caminos reales’ que reparten por los montes, permitiendo a los senderistas andar entre pinos y helechos y piconeras y dragos y calderas y tajinastes y veroles.

Para caminar y respirar. Puede pasear cerca del mar, entre terrazas repletas de bullicio, o perderse por veredas que unen pueblos que duran medio minuto. En medio de una naturaleza nombrada por la Unesco como Reserva de la Biosfera, allí puede andar bajo el raro escenario de los saltos de agua, junto a escorrentías que marchan a refugiarse a las presas de los altos de Gran Canaria.  

Esa mezcla de ingredientes es difícil de explicar. Porque a la reunión de paisajes van y le suman una variedad gigante de rostros. Rostros de todos los colores. Esto es así porque hace siglos que a Gran Canaria vienen arribando viajeros de mil lugares distintos. Esa es la pimienta, el cosmopolita paisaje humano producto de su condición de último puerto europeo, y ahora, un efecto de su conversión en lugar de vacaciones.

Una ‘isla-cruce de caminos’, reconvertida en exitoso destino turístico, con su punto de tradición libertaria. Un destino con alojamientos para todos los bolsillos. Entre ellos, alguno de los hoteles mejor valorados del país. Muchos rincones para parejas que necesiten tiempo para estar juntos y busquen días de sol tranquilo.

 

Luego, a la cantidad enorme de hoteles, añada un número amplio de tiendas, desde las grandes marcas a mercadillos de artesanía. Y un despliegue de restaurantes con cocinas de 3 océanos a la redonda. Incluya en el menú animados cascos históricos, museos centenarios y rutas entre viñas, para amantes del buen vino.

Para amantes del vino o para cualquiera que quiera vivir bien, para todos ellos fabricaron el buen tiempo de esa isla. Y las noches largas de su capital y de sus zonas turísticas, donde la vida nocturna se mantiene viva 8 días por semana, 40 días al mes.  

Y para terminar con tanta paradoja, Gran Canaria suma una más. A su divertida corriente nocturna añade otra característica peculiar. Es un reconocido destino de salud, con todo un repertorio de centros wellness. Hay un considerable número de establecimientos de spa y talasoterapia, con los tratamientos más curiosos y extraordinarios que pueda imaginar. Para cualquiera que reserve espacio para el egoísmo sano, y guarde un poco de tiempo para sí mismo.

Toda esa tradición hedonista a Gran Canaria le viene de lejos. Nacía en los antiguos balnearios del siglo XIX, que crecieron allí como vino espumoso gracias a los aristocráticos turistas ingleses de antaño. Esa impronta fue otorgando cierta solera a la isla como destino de salud. Y hoy mantienen su tradición a buen recaudo. Para los hedonistas del siglo XXI que eligen invertir tanto en su salud como en su aspecto.  

Por alguna razón, la Naturaleza siempre fue amable con Gran Canaria. ¿Otro ejemplo? Les regaló una rara variedad de Aloe Vera, que pocos valoraban hasta que hace 2 décadas despertó el interés de los perfumistas y de las grandes marcas francesas de cosmética. Un producto nuevo que suman a su oferta de salud. 

El viaje a Gran Canaria, el viaje a la isla refugio de Sanmao, es finalmente una escapada a un mundo saludable, un mini-continente de buen tiempo que ofrece la posibilidad casi infinita de hacer deporte. Ya sea paddle surf, windsurf, golf, escalada, submarinismo o bici de montaña, todo vale, cualquier día, gracias al sol. 

es difícil de explicar, pero en Gran Canaria parecen haberse especializado en viajeros que no quieren elegir. Hay un poco de esto y de lo otro. Allí no hace falta cara o cruz. Lo tienen todo en versión reconcentrada. Quizás le gustaría venir a verlo.

La Sorrueda
Agaete
Las Palmas de Gran Canaria

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